RONCESVALLES, LA GRAN DERROTA DE CARLOMAGNO.

Roncesvalles surge entre las montañas de Navarra como Santuario y Hospital del Camino de Santiago en 1132. Pero Carlomagno y Roldán ya atravesaron este paso de los Pirineos en el año 778 cuando era conocido como Errozabal por sus habitantes los vascones. En algún lugar de esta preciosa zona de Navarra se producirá la primera derrota conocida de las fuerzas carolingias, el principal cuerpo militar de la Europa de su tiempo.

Colegiata de Roncesvalles. Foto cedida por Gobierno de Navarra

A finales del siglo, VIII Carlomagno ansía acrecentar sus dominios hacia la península ibérica y la oportunidad se le presenta cuando el Valí de Zaragoza, Sulayman le ofrece su ciudad en pleitesía a cambio de su apoyo para independizarse del Emirato de Córdoba. Carlomagno aplaza su expansión por Sajonia (actual Alemania) y atraviesa toda la Galia para entrar en la Península a través de ambos extremos del pirineo y llega a Zaragoza, donde su defensor Al-Husain al-Ansarí, se niega a cumplir la promesa del Valí. Tras el fracaso de su empresa, regresa a territorio franco por Pamplona, viaje que aprovecha para destruir las murallas de la ciudad. Carlomagno cruzará la mañana del 15 de agosto la aldea vascona de Luzaide, nombrada posteriormente como Valcarlos (Vallis Karolis) en referencia a Carlo Magno. En su retaguardia van importantes hombres encabezados por su sobrino Roldán, Prefecto de la Marca de Bretaña, quienes tenían como cometido supervisar el paso de la comitiva hasta que Carlomagno y el grueso de las tropas cruzaran los Pirineos. La retaguardia inició su andadura por la tarde, con el objetivo de descender a Valcarlos al anochecer, pero nunca llegó. Un grupo de vascones asaltaron por sorpresa a la retaguardia en un combate que según las crónicas, duró hasta el anochecer. Cuando el grueso de la comitiva real de Carlomagno acampada en Valcarlos escuchó la llamada de auxilio del cuerno de Roldán, era demasiado tarde, nadie sobrevivió al feroz ataque vascón.

El biógrafo de Carlomagno describió lo acontecido de la siguiente manera; «…con el mayor aparato de guerra, marchó a Hispania, y salvados los montes Pirineos, logró la sumisión de todas las fortalezas y castillos. Volvió con el ejército salvo y completo, a excepción del daño que al regreso, en la misma cima de los Pirineos, tuvo que experimentar por la perfidia de los vascones, cuando el ejército desfilaba en larga columna, por no permitir otro modelo la angostura del lugar. Descolgándose de las montañas atacaron a los del último escuadrón que servía de defensa a los que iban delante y los empujaron al barranco donde mataron a todos, sin que dejasen uno. Saquearon después el botín y el bagaje y, con suma presteza, se dispersaron por la montaña amparados por la noche que ya caía, Ayudó a los vascones así la ligereza de su armamento como la configuración del lugar. Por el contrario a los francos tanto la pesadez de su armamento como la iniquidad del lugar, hizoles inferiores en todo. En esa batalla perecieron entre otros muchos, Eghinardo, maestre sala del rey, el conde palatino Anselmo, y Hruodiondo, prefecto de la Marca de Bretaña….» Después escribiría que Carlomagno jamás se recuperaría de ese desastre.

la derrota será contada y exagerada en una mezcla de realidad y leyenda siendo el origen del cantar de gesta franco «Chansón de Roland», el primer cantar de gesta conocido en lengua romance, escrito a mediados del siglo XII, tres siglos más tarde de cuando aconteció la batalla. La Chansón narra los hechos muy alterados dándole a Roldán la imagen de héroe mítico.

La tradición también nos habla de la posibilidad de que los restos de Roldán y su ejército estén enterrados en el Osario de Roncesvalles, más conocido como el silo de Carlomagno. De momento los arqueólogos siguen estudiando los huesos acumulados en el osario.

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EL «VASCO LOCO» QUE ERIGIÓ EN MÉXICO UN OBELISCO EN HONOR A ALEXANDER FLEMING.

Salió de Navarra hacia Estados Unidos para acabar finalmente en México. Era el año 1916, veinte años atrás nació a las puertas de la Selva de Irati, en el precioso Valle de Aezkoa, al pie de las montañas del Pirineo navarro, en un pequeño pueblo llamado Abaurrea Baja o Abaurrepea en euzkera. Feliciano Iribarren Arrese, criado en una familia de diez hermanos dedicada a la ganadería fue uno de tantos que abandonaron su tierra natal para buscar una mejor vida en algún lugar de América.

El río Irati atravesando el Valle de Aezkoa.

La despedida con sus padres, sus hermanos más pequeños y su novia, Susana de Machingo, fue triste.

Antes de la partida su abuela Juana María le había dado a Feliciano un regalo que jamás olvidaría:

Era una bolsita, como de seda, color verde aceituna y estas palabras:

Le dijo que cuando regresara a España se la llevara llena de dinero. Que nunca volviera ni pobre ni viejo. Pienso que ella le dio a entender que tenía que triunfar en América”

Hasta aquí sería un relato más de emigrantes, y fue precisamente a raíz de la publicación en este blog de «la emigración navarra a México. Desde héroes de la Independencia a dominadores del panhttps://navarraexcursiones.com/2020/12/29/emigracion-navarra-mexico-elizondo-baztan/ cuando la hija de Feliciano, Cristina Iribarren se puso en contacto conmigo para comentarme sobre la vida de su padre y ahí descubrí la historia de Feliciano, la cual cobra aún más relevancia en la actualidad. En unos tiempos en que la emigración y la búsqueda de vacunas para salvarnos de la pandemia son las noticias principales de cada día, en un momento en que nos estamos dando cuenta de la importancia de la ciencia y de la investigación, muchos años atrás Feliciano ya estaba preocupado por las enfermedades que asolaban en su época y prometió levantar un monumento a quien lograse curar enfermedades como la neumonía y las infecciones, las cuales acababan con muchas vidas.

Corría el año de 1928 cuando don Feliciano Iribarren Arrese se enteró por los periódicos de un suceso inaudito, insólito, extraordinario:

El descubrimiento de la penicilina por el sabio científico escocés Alexander Fleming.

Ocurrió cuando unos cultivos de estafilococos que Fleming había dejado en el laboratorio, antes de irse de vacaciones de verano, se contaminaron con un hongo llamado penicillium notatum,

A su regreso en septiembre, Fleming observó que alrededor del moho se habían formado zonas circulares en las cuales no se detectaba presencia de bacterias, un hallazgo que décadas después revolucionaria la medicina de siglo XX.

Millones, o quizá billones, de personas en el mundo se salvaban de morir de diversos tipos de  enfermedades causadas por bacterias, que se consideraban incurables o muy difíciles de sanar, gracias a la penicilina.

Por su descubrimiento Fleming recibió en 1945 el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, que compartió con el patólogo británico de origen australiano H. W. Florey y el químico británico de origen alemán E.B. Chain, los científicos que lograron aislar y producir el antibiótico.

Hoy Fleming es considerado uno de los 100 hombres más importantes del siglo XX.

Feliciano había quedado maravillado, encantado, con tal descubrimiento y decidió que le pondría un monumento a Fleming a las afueras de su rancho “Pirineos”, a orillas de la carretera 57, en el tramo que va de Monclova a Sabinas, Coahuila.  

Monumento Erigido en honor de Alexander Fleming en México.

Feliciano Iribarren nunca volvió a Abaurrea Baja, aunque como cuenta su hija nunca se olvidó de su tierra y mantuvo el contacto con sus padres a través de las cartas. «Eran unas cartas muy tristes, porque el abuelo les decía que todos los días salía a Los Pirineos, o sea a las montañas navarras, para ver si veía venir a uno de sus hijos de América. Les mandaban decir de la muerte de la abuela Fernanda, de todas las novedades de allá, de los que se casaban, les preguntaba que cómo estaba México, que a qué se habían dedicado, que cuánto ganado tenían, que le mandaran unos guantes de piel, una chaqueta. Eran cartas muy hermosas las que les escribía en 1922 que me da mucho sentimiento, porque cuando la inundación de Sabinas en el 2010 se perdieron todas»

Abaurrea Baja

La pregunta que todos nos hacemos de como se le ocurrió hacer un monumento a alguien quien vivía a miles de kilómetros también se la hizo su hija.  “le decía yo ‘papá, ¿por qué hizo eso?’, dijo ‘porque yo admiraba mucho a Fleming, por todas las vidas que salvó’ y dijo ‘cuando yo me muera van decir de mí que era «un vasco loco que hizo un monumento’”.