Visitar Olite y su castillo es viajar al mayor lujo cortesano de Navarra y de Europa. El Castillo de Olite como es conocido popularmente es más un palacio que una fortaleza propiamente dicha. Estamos hablando del Palacio Real de Olite, corte de los reyes de Navarra hasta el año 1512 cuando Navarra es conquistada por la Corona de Castilla.
El germen está en una fortaleza romana construida en el mismo lugar, de hecho Olite aún conserva gran parte de los muros romanos que la rodeaban. Sobre la base de esta fortaleza Sancho VII de Navarra edificó su palacio, el cual es conocido como Palacio Viejo y que actualmente es Parador Nacional.
Pero fue con la llegada de Carlos III el Noble al trono de Navarra (1387-1425) cuando llegó el gran cambio al Reino de Navarra y a Olite en especial. Criado en la corte de Francia, fue un rey que a diferencia de su padre Carlos II el malo, utilizó la diplomacia en vez de las armas para resolver los asuntos de Estado, dedicando todo su tiempo y dinero a una caprichosa y lujosa vida de Palacio. Se afanó en ennoblecer el Reino en todos los sentidos y dedicó cuantiosas sumas a la reforma de los Palacios Reales esparcidos por la geografía Navarra.
Pero fue en el Palacio de Olite en el que puso su mayor empeño, llegando a convertirlo en uno de los Palacios más lujosos de Europa. Entre 1388 y 1398 reformó el «Palacio Viejo» pero tal reforma no debió parecerle suficiente a su esposa Leonor de Trastámara, quien estuvo unos años sin aparecer por Olite refugiada es su más confortable «casita», el Alcázar de Segovia. Tal vez presionado por su también caprichosa esposa, el rey mandó la construcción de una capilla privada para la reina, anexa al Palacio Viejo. Para animarla más, después le construyó una nueva torre y para que no se aburriera también le hizo un jardín al lado de sus aposentos.
El rey le fue cogiendo gusto a la cosa y tras el regreso de su tercer viaje a Francia visitando familiares siguió construyendo torres con la ayuda de expertos escultores y artistas allí contratados. Para el año 1420 paró de construir torres ya que tenía que supervisar el nuevo palacio que estaba construyendo en Tafalla, a tan solo cuatro Kilómetros de distancia!
Los exteriores del palacio se podían dar por concluidos, pero aun faltaba decorar y amueblar los interiores de semejante edificio y para ello trabajaron más de cuatrocientas personas de todas las categorías y procedencias (de Navarra, Aragón, Castilla, Francia, Alemania, Italia, Flandes, etc.), tanto cristianos como moros o judíos. Pinturas murales decoraron los interiores, incorporaron vidrieras a las ventanas y complicados lazos dorados a los techos, recubrieron con yeserías las paredes y revistieron de cerámica y esteras los pavimentos, amueblaron las estancias y realzaron los exteriores con escudos y tracerías.
El rey Noble no escatimó en gastos y consiguió un impresionante palacio que conjugaba lo hispánico con lo francés, la idea de habitaciones palaciegas fortificadas con abundancia de elementos ornamentales en las partes altas, característica de la arquitectura Valois, como a la tradición de interiores dorados y adornados con elementos mudéjares extendida en los reinos hispanos.
Desgraciadamente, nada de esto ha llegado a nuestros días, tras la conquista de Navarra, el palacio entró en una lenta decadencia y nadie evitó su progresivo deterioro y desmantelamiento que se culminó con el incendio de 1813 en la Guerra de la Independencia.
Solo nos queda echarle imaginación cuando vayas a visitar el palacio y las palabras que dejó escritas un viajero alemán que fue invitado por la reina navarra a visitar al palacio en el siglo XV.
…..»seguro estoy que no hay Rey que tenga palacio ni castillo más hermoso, de tantas habitaciones doradas….Vilo yo entonces bien; no se podría decir ni aún se podría siquiera imaginar cuán magnífico y suntuoso es dicho palacio»