En una excursión por Navarra, se puede disfrutar desde los grandes bosques de la Selva de Irati hasta el desierto de las Bardenas Reales. Esta gran diversidad de paisajes que hay en un territorio tan pequeño como el que pertenece a Navarra también se extiende en lo que se refiere a sus lenguas, su cultura y sus construcciones.

Caserío de Zugarramurdi.
En nada se parece las casas de la Ribera navarra a las que hay en los valles del norte, los valles del Baztán-Bidasoa y los valles del Pirineo. El clima, la orografía del terreno y las formas de vida han definido la vivienda de sus habitantes.

Casas del Pirineo de Navarra, Ochagavía
En el norte de Navarra, el caserío es mucho más que un lugar para vivir, muchos de ellos construidos hace varios siglos, son los orígenes de familias, el nombre del caserío será el apellido que llevarán los descendientes y será la identidad de todos los integrantes no herederos de la familia que tendrán que abandonarlo para ir a buscarse la vida a otras tierras.

El Eguzkilore o flor del sol, se pone habitualmente en las puertas de los caseríos para evitar que entren los malos espíritus.
El modo de vida de autosuficiencia, obligaba a hacer grandes y robustas casas que además de aguantar las inclemencias meteorológicas, permitirían guardar el ganado, los productos agrícolas y por supuesto dar cobijo a los componentes de la familia. Caseríos solitarios en las faldas de las montañas, o caseríos que uno tras otro junto con la iglesia y el frontón para jugar a la pelota formaban los pueblos.

Caseríos típicos del Valle del Baztán, en Arizkun
Caseríos, que además de su utilidad práctica, son un regalo para la vista, totalmente integrados en el verde y montañoso paisaje de Navarra, poseen una gran belleza rústica que les proporciona la piedra y madera de la que están construidos, a lo que hay que añadir sus vivos colores y sus floreados balcones.

Caseríos para disfrutar mirándolos en Elizondo